miércoles, 16 de marzo de 2011

TRISTES MORTALES

Este pedazo de barro sobre el que nos movemos por el espacio no se ha vuelto loco de repente. Siempre ha sido así de inestable y peligroso. Nosotros pedacitos de carne que pululamos por su superficie como pulgas en un perro no somos sus dueños. El hombre se ha caracterizado desde su aparición en la cadena alimenticia como un peligroso depredador por una cosa fundamental: su capacidad de adaptación. Lo mismo vivimos junto a un volcán en erupción (ej.: Hawai) y lo llamamos paraíso, que nos empeñamos en salir al medio más desapacible a un ser vivo: el espacio. Pero nuestro peor enemigo somos nosotros mismos. Hartos de adaptarnos empezamos a adaptar el mundo a nosotros. A intentar transformarlo para nuestra comodidad. Tristes mortales que diría un dios griego, creemos que podemos domar a la naturaleza. Cada año el monzón asola todo el sur de Asia, el mar devora un poco más la ciudad de Venecia, las tormentas de arena acechan al Cairo, y así un buen montón de fenómenos nos recuerdan que lo que ha pasado en Japón no es puntual. Los nipones conviven con ello todos los días de su vida. Su cultura acepta estos eventos naturales como parte del devenir de su existencia. Muchos habréis leído o escuchado que allí se habla de que este no es el que esperan destruirá la isla. Y nosotros aquí asustados, TRISTES MORTALES.

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