lunes, 1 de septiembre de 2008

DESDE AQUI

Me gustaría deciros unas palabras, a vosotros que vivís sin pasión, a vosotros que os levantais descontentos de la pareja que dormita a vuestro lado, a vosotros que mirais el desayuno como si fuera basura, a todos los que cuando se cruzan al vecino en el portal mas que saludarle le gruñís. Os diría algo a todos los que al arrancar el coche ambicionais otra marca, otro modelo, otro color; a aquellos que llegan al trabajo que detestan y consideran indigno, les diria algo.
A cada uno de los que en verano van al pueblo a ver a la familia como una obligación, a todos esos que consideran a su cuñado un tarambana aprovechado y gandul, o a su suegro un borracho fracasado, a su sobrino un fumeta, bala perdida y bueno para nada, me gustaria decirles un par de cosas. A los que estan hartos de ir todos los veranos a la playa, de ver a la misma gente, comer espetos de sardinas y paella, y beber moscatel o clarete, querría dedicarles mi parrafada.
Pero no podré, no podré porque mi voz se ha apagado, no sonará más mi garganta con sus tonos graves y severos, con ese lenguaje de sonidos cuasi guturales. Mi garganta se lleno de sal, se volvió hogar de cangrejos y peces. No se oirá mi desgarrador llanto de alegría al llegar a la tierra prometida que habia de dar sustento a mi familia, la que quedo atrás en la reseca y moribunda sabana de la que provengo, ese hogar requemado por el odio, el hambre, la guerra y el sol inclemente.
Es irónico, no me mataron las balas, ni el machete, ni el hambre, peligros de los que huía; lo hizo el agua simbolo de prosperidad y poder en el lugar donde que nací, allí donde tanto escasea.
Ese agua que provoca guerras, cambia el destino de miles de personas, enriquece más aún al que desde siempre la controla, o es motivo de su sangriento y traicionero fín a veces. El elemento de la vida conlleva aquí muerte y destrucción, odio y enfrentamientos, desigualdades y miedo.
Desde aquí pido perdon a los míos, no pude lograrlo, no gané la última partida, jugué mi baza en mal momento, lo siento, sólo serví de enriquecimiento al pirata, que trafica con los desesperados, dandoles por todo nada a cambia, la fría e insipda nada que es la muerte.
No creo que jamás lo sepan, salvo en lo más profundo de su corazón, allí donde me echarán de menos los míos, los que me quieren, y sentiran el regusto amargo, salado de una admonición nefasta.
“La felicidad, inaccesible al que la busca, intrascente al que la posee”.